Ya sea al principio de la edad adulta o a los cuarenta años, es probable que tengas un familiar que valora mucho la procreación. Quieren que tengas hijos, y la presión es molesta en el mejor de los casos, asfixiante en el peor.
Año tras año, las temidas preguntas surgen con más frecuencia: “¿Cuándo vas a tener hijos?” “¿Por qué no has tenido hijos todavía?” Y, a veces, alguna que otra broma: “¡Pues no vas a rejuvenecer!”
Los familiares curiosos o insistentes suelen abusar de estas preguntas aparentemente inofensivas. Tanto si sólo intentan entablar una conversación trivial como si quieren imponerte sus expectativas, te ponen en una situación incómoda. Afortunadamente, hay algunas formas de prepararse para el bombardeo de preguntas dirigidas a ti y a tu pareja.
Uno de los primeros pasos para prepararte para enfrentarte a los demás es reflexionar sobre por qué no quieres tener hijos. Aunque la razón exacta por la que has decidido no tener hijos no importa, es importante que entiendas tus propias emociones antes de esperar que los demás lo hagan. Evita que te cojan desprevenido y sabe de antemano cómo vas a exponer tus sentimientos.
Una vez que te sientas más cómodo con tus propias razones, también puedes consolarte con el hecho de que cada vez son más las personas que deciden no tener hijos. Otras personas se sentirán identificadas con la lucha que estás atravesando y, al menos, eso te servirá de consuelo. Compartirlo puede ayudarte
Cuando un familiar te diga que te estás “perdiendo algo” por no tener hijos, puedes responderle directamente de las siguientes maneras:
Cuando los familiares empiecen a insistir, evita ponerte a la defensiva. Recuerda que ya has establecido tus propias razones para no querer tener hijos. No debes dar más explicaciones.
Por ejemplo, si un familiar aprovecha para hacer un comentario sobre tu edad, podrías sentir la necesidad de atacarle también por la suya. En lugar de eso, puedes limitarte a afirmar que tu edad no tiene nada que ver con tu decisión de tener un hijo, o decir que “te lo pensarás”, para apaciguarles.
Del mismo modo, también puedes desviar y desviar la conversación de ti misma. Desvía el tema hacia ellos: “Qué bien, ¿qué hay de nuevo?” Al animar al pariente insistente a hablar de sus intereses, bajas la temperatura de tu propia vida personal.
Llega un momento en que no puedes controlar las reacciones de los demás y se convierten en su problema. Si su comportamiento se vuelve agresivo, puedes intentar que pierdan interés en tu situación(balanceo gris). O puedes decirles directamente que ésta es tu vida y que tienen que sentarse.
Sólo tú sabes si abordarás este hito, cómo y cuándo lo harás, y no debe asociarse a tu decisión ningún juicio moral automático. Si tu familiar no puede aceptar esa verdad, quizá no esté viviendo en la misma realidad que tú.