La mayoría de nosotros sabemos que el dolor físico es relativo. Hay personas que toleran mejor el dolor y otras que lo toleran peor. No solemos juzgarlo mucho. Sin embargo, cuando se trata de dolor emocional, la gente se apresura a juzgar.
Puedes sentirte deprimido o decaído durante uno o dos días, quizá unas semanas (por ejemplo, al principio de la pandemia o ahora). Pero luego hay que retomar las cosas donde se dejaron, volver al ajetreo del mundo y no volver a hablar de ello.
Un niño llora más que su hermano o que sus compañeros de clase; la familia y los demás alumnos lo tachan de “dramático” en lugar de emocionalmente afinado.
¿Qué aprendemos de estos juicios y comparaciones emocionales? Aprendemos a guardarnos el dolor dentro. ¿Por qué importa eso? Porque, entonces, el dolor sigue viviendo dentro de ti, afectando negativamente a tu cuerpo y a tu mente.
La gente compara, juzga y descarta el trauma debido a ideas anticuadas. Compáralo con esto:
Los padres no siempre supieron la importancia de responder a las emociones y necesidades emocionales de un niño. Pero la investigación moderna demuestra que si no atendemos las necesidades emocionales, por ejemplo, respondiendo cuando un bebé llora, puede tener resultados negativos concretos. Con este conocimiento, muchos padres saben ahora que es una opción más sana consolar a un niño y validar sus sentimientos.
Entonces, si ahora sabemos que la invalidación, la comparación y el guardarnos todo dentro pueden perjudicarnos, ¿por qué seguimos invalidándonos a nosotros mismos? ¿Cómo podemos dejar de comparar nuestros traumas con los de los demás?
Una vara de medir sirve para medir. Tirar la vara del trauma significa desechar la idea de que el trauma debe medirse, compararse y considerarse válido o inválido. Todos los traumas merecen ser abordados, independientemente de cómo se comparen con cosas peores que podrían haber ocurrido.
Si te dices a ti mismo que no deberías sentirte como te sientes porque otros lo han pasado peor, no te das el espacio para sentir tus sentimientos y, por tanto, dar los pasos necesarios para sanar.
Experimentamos el dolor en relación con otros dolores que ya hemos padecido. La capacidad máxima de dolor de cada persona es diferente, y no hay por qué avergonzarse de ello. Cuando nos duele, nos duele, y eso no es algo que debamos ignorar. No importa la causa ni la medida, mereces curarte.
Lo más probable es que si te invalidas a ti mismo, hayas sido invalidado por otra persona. No sería exagerado decir que esto nos ha pasado a todos y que es algo así como un ciclo.
¿Por qué la gente invalida a los demás? Puede ser que hayan interiorizado la vergüenza de sus propios sentimientos y experiencias, que hayan sido invalidadas por otras personas y lo estén proyectando en ti, que les falte comprensión o que no quieran admitir que las experiencias negativas son tan comunes como ellas.
Éstas son sólo algunas de las posibles razones, pero lo cierto es que la mayoría de la gente interioriza la invalidación de alguien o de algún otro. Al fin y al cabo, no nacemos desechando el dolor. Es algo que aprendemos y que, por desgracia, podemos transmitir a los demás a través de frases bienintencionadas como: “Podría ser peor”
Teniendo esto en cuenta, puedes poner fin al ciclo sintiendo tus sentimientos, validándote y comprendiendo que, en primer lugar, tu experiencia importa y, en segundo lugar, mereces curarte. No necesitas medir tu trauma.
La curación lleva tiempo y no siempre es fácil. Aquí tienes algunas formas de acabar con el ciclo de invalidación y empezar a sanar:
En primer lugar, y lo más importante, valida activamente tus experiencias. Reconoce que lo ocurrido te ha dolido. Reconoce cómo te afecta. Reconoce cómo y cuándo lo sientes, cómo se manifiesta en tu vida y, si procede, cuáles son tus desencadenantes. Dite a ti mismo: “No me lo merecía” Si te cuesta validarte, piensa en ello desde fuera de ti. Si se tratara de un amigo, un hijo, una pareja o un padre, por ejemplo, ¿serías capaz de mostrarles compasión y entender que lo que ha ocurrido es hiriente? Esto puede ayudarte a ver que lo que pasaste es serio y que merece la pena prestarle atención. Sigue viendo la validez de tus experiencias y rechaza el impulso de medir y descartar tu trauma.
Parte de la validación también puede ser la autocompasión. Empieza a pensar en ti mismo a través de una lente amorosa y compasiva. No es lineal; los días difíciles seguirán ahí, y puede que te sientas vulnerable o emocionalmente crudo. Extiéndete un poco más de cariño en esos días.
Tú eres el experto en tus propias experiencias. Sabes lo que te duele y lo más probable es que, en el fondo, conozcas tus necesidades o puedas llegar a un punto en el que las conozcas. Tu proceso de curación es tuyo. No tiene por qué parecerse al de los demás.
Ten en cuenta que sanar no es sólo “sentirse mejor” Sanar también puede significar
Sanar significa que a veces puedes decepcionar o sorprender a otras personas. Significa que, a veces, tendrás que anteponerte a ti mismo. Significa ser vulnerable, asumir riesgos y apostar por lo que te hace feliz, lo que está en consonancia con tu auténtico yo. A veces es incómodo, pero merece la pena.
Puede ser muy importante para quienes han sobrevivido a un trauma analizar las relaciones sociales en su vida o pensar qué tipo de relaciones sociales quieren tener. Busca amigos con los que te sientas bien, con los que puedas ser tú mismo, que estén emocionalmente en sintonía y sean conscientes, y que te inspiren o aprecien la dirección de crecimiento que deseas. Las personas que te aceptan por lo que eres, y a las que tú aceptas por lo que son, son esenciales.
También es muy ventajoso encontrar personas que estén pasando por algo similar. Puede ser a través de un grupo de apoyo, un grupo en línea o cualquier otra cosa.
A veces, las personas descubren que las relaciones interpersonales y otras áreas de su vida cambian cuando se curan, empiezan a poner límites y aprenden sobre sí mismas. Aunque el cambio puede ser duro, las personas adecuadas están ahí fuera.
Si necesitas que alguien ajeno a tu vida personal te escuche de forma confidencial e imparcial (a veces, todos lo necesitamos), una red de apoyo entre iguales como Supportiv puede ayudarte.