¿Se enfada y frustra cuando habla de política? Puede ser difícil no hacerlo, sobre todo cuando su opinión política se descarta antes de que empiece la conversación. Aprenda a desenvolverse en conversaciones políticas tensas comprendiendo y utilizando su enfado de forma productiva.
En primer lugar, analicemos la ira como emoción. La ira es una señal de nuestro cerebro instintivo y emocional, que nos alerta cuando nos hemos sentido agraviados o cuando se ha producido una injusticia. A veces, la ira puede ayudarnos a emprender acciones productivas. Es una fuerza motivadora que nos ayuda a cambiar circunstancias injustas y a buscar un trato justo. Por otro lado, cuando no somos capaces de utilizar nuestra rabia de forma productiva, puede consumirnos.
En las conversaciones políticas, cuando ninguna de las partes piensa cambiar su postura, parece que cualquier enfado u objeción está destinado a ser improductivo. Y esta frustración, vuelta hacia dentro, sólo amplifica la raíz inicial de tu enfado.
El enfado que sientes cuando te relacionas con personas de otro partido político es válido. Las posturas políticas pueden formar parte de nuestra identidad. Las sentimos extremadamente personales e importantes, y los desacuerdos sobre política pueden impactarnos como amenazas a nuestra seguridad personal.
Un estudio realizado por el Pew Research Center afirmaba que 8 de cada 10 estadounidenses consideraban que el otro partido político difería en valores políticos fundamentales. 9 de cada 10 individuos de ambos bandos también sentían que “una victoria del otro partido provocaría un daño duradero en el país” Con este tipo de sentimientos amenazadores, es natural que el discurso político conduzca tan a menudo a la ira y la frustración.
Las dos partes de las conversaciones políticas cargadas se van con un sabor amargo en la boca. Pero aunque el malestar tras estos desacuerdos puede hacer que resulte atractivo evitar por completo la conversación política, salvar el pasillo político es posible. A continuación, te ofrecemos una serie de ideas para mantener la calma durante las conversaciones cargadas.
Tan constructiva como puede ser la ira, también puede ser extremadamente destructiva para las conversaciones y las relaciones. La ira puede hacernos perder de vista nuestros objetivos y valores, y gritar y vociferar sólo consigue alejar aún más a la persona con la que estamos debatiendo.
La ira política puede ser un círculo vicioso que sólo sirve para reforzar dinámicas de relación poco saludables. Aprender a escuchar tu enfado pero no dejar que te consuma es una habilidad vital y, especialmente en contextos políticos, una habilidad comunicativa.
Cuando empieces a enfadarte en una conversación política, ten en cuenta los siguientes consejos para mantener la calma y transmitir tu mensaje.
La ira, y cualquier otra emoción, va acompañada de una reacción física. Es posible que empiece a sudar, sienta que aumenta su ritmo cardíaco y experimente un aumento de la tensión arterial. Puedes empezar a tener visión de túnel y perder de vista el objetivo de la conversación. Estas respuestas físicas pueden, a su vez, alimentar tus emociones, creando un bucle de retroalimentación positiva de frustración.
Respira hondo, utilizando todo el diafragma, incluso cuando te sientas tranquilo. Esto te ayudará a sintonizar con tu cuerpo y con cómo se siente cuando estás tranquilo. Cuanto más practiques este ejercicio cuando estés tranquilo, más eficaz te resultará cuando estés enfadado.
Aunque no puedes controlar lo que los demás creen o dicen, puedes controlarte a ti mismo. Reconoce que gran parte de lo que hacen los demás está fuera de tu control y que, aunque enfadarse por ello es válido, puede que no sea algo que puedas solucionar.
En lugar de dedicar tu energía y tu tiempo a una conversación improductiva, intenta invertir en ti mismo. Por ejemplo, escribiendo un diario, participando como voluntario en una causa que te interese o incluso haciendo ejercicio para controlar la frustración.
A menudo, muchas diferencias de opinión política se centran en nuestros valores fundamentales: cosas que no podemos dejar pasar. Queremos intentar cambiar la opinión de esa persona, pero tenemos que comprender nuestros límites en el momento presente.
Intensificar la conversación a la fuerza para intentar convencer a otra persona de tu opinión suele tener como resultado que ambas partes se polaricen aún más en sus creencias. En lugar de eso, mantener pequeñas conversaciones tranquilas es más eficaz para conseguir que los demás vean tu punto de vista.
Cuando otros no están de acuerdo con nuestras opiniones y nos llaman estúpidos, podemos sentirnos atacados personalmente. Esto ocurre más fácilmente cuando dependemos de las opiniones de los demás para validar nuestras propias creencias.
La autovalidación es una buena forma de crear tolerancia hacia las diferencias de opinión, porque aprendemos que las opiniones de los demás no devalúan las nuestras. Puedes practicar la validación de tus emociones examinando tus propios valores, practicando lo que predicas y siendo honesto contigo mismo.
La tolerancia nos permite interactuar y aceptar a las personas cuyas opiniones difieren de las nuestras. Aunque practicar la tolerancia puede suponer un reto, las personas con un alto nivel de tolerancia se sienten menos amenazadas por las opiniones divergentes. Esto les permite desenvolverse con más facilidad en conversaciones frustrantes.
Fomentar la tolerancia lleva a aceptar las diferencias, especialmente las que no se pueden cambiar. De este modo, puedes evitar enfadarte del todo, porque has cambiado tu forma de pensar sobre las opiniones divergentes.
Una conversación productiva sólo es posible cuando ambas partes están dispuestas a comunicarse. El enfado de otra persona puede hacernos sentir amenazados, y a menudo puede asustarnos cuando empieza a expresar su enfado de formas poco saludables. Cuando sientas que una situación se recrudece y necesites salir de ella, considera probar estos pasos:
Cuando alguien levanta la voz, es tentador devolverle la voz. Sin embargo, esto tiende a agravar la conversación hasta que ambas partes se gritan. En lugar de eso, intenta mantener la calma y, de este modo, anclar la conversación.
No hay motivo para que alguien te insulte, actúe con agresividad o te falte al respeto, ni siquiera durante un desacuerdo mientras se habla de política. Cuando sientas que alguien está cruzando tus límites, no dudes en ponerte firme. Puedes pedirle que ponga fin a la conversación, que no te insulte o que baje la voz si está gritando.
A veces, una conversación puede intensificarse más allá del control de cualquiera de las partes. Llegados a este punto, no se produce ningún avance real y toda la rabia implicada se alimenta a sí misma. En estos casos, no pasa nada por abandonar la conversación y retomarla más tarde, cuando todo el mundo esté tranquilo.