Está bien que lo que pasa en Las Vegas se quede en Las Vegas. ¿Pero qué pasa cuando las cosas se quedan en Vagus? ¿Qué pasa cuando los traumas se quedan en el cuerpo?
Por Vago, nos referimos al nervio Vago. El nervio Vago es el centro de control de la calma de tu cuerpo. Así que cuando el trauma se queda atrapado en el cuerpo, tu nervio Vago puede ser una clave importante para seguir adelante. Sigue leyendo sobre lo que este nervio tiene que ver con el trauma. Descubra también estrategias que pueden ayudarle a ser un buen compañero y a “activar” el lado calmante de su sistema nervioso.
El trauma tiene una forma de aferrarse a nosotros. Nos pone al límite y nos mantiene en un estado persistente de miedo, en parte porque abruma la capacidad del nervio vago para mantenernos tranquilos.
El nervio vago ayuda al cuerpo a reconocer cuándo una amenaza ya no está presente, pero este proceso puede verse alterado por el trauma.
Comprender el papel del nervio Vago puede arrojar luz sobre por qué el trauma nos afecta de la manera en que lo hace.
Cuando estamos ansiosos, el corazón se acelera, empezamos a sudar y los músculos se tensan. Es la respuesta de lucha o huida, que nos da la energía necesaria para escapar o hacer frente a una amenaza. El sistema nervioso simpático es el responsable de estos efectos.
Pero como no siempre estamos bajo amenaza, nuestro cuerpo necesita una forma de “cancelar” la respuesta de miedo.
Aquí entran en juego el sistema nervioso parasimpático y el nervio vago. El nervio vago, que viaja desde la base del cerebro hasta los órganos y los músculos, envía señales al cuerpo para reducir la frecuencia cardiaca, bajar la tensión arterial y calmar el organismo.
Aunque mucha gente piensa que el trauma es una experiencia mental o psicológica, el trauma también se “almacena” en el cuerpo físico: piense en la “memoria muscular” Y, debido a la conexión mente-cuerpo, nuestras experiencias mentales y físicas pueden alimentarse mutuamente.
Las emociones influyen directamente en la actividad de los sistemas nerviosos parasimpático y simpático, lo que significa que también afectan a los sistemas orgánicos asociados. Esto puede ayudar a explicar algunos de los efectos duraderos del trauma en el cuerpo.
El trauma se asocia con frecuencia a la depresión y la ansiedad a través de la actividad del nervio vago, o de su ausencia. Esto se debe a que el nervio Vago es responsable de contrarrestar el estrés.
La depresión y la ansiedad son respuestas comunes al trauma, activadas por el sistema nervioso simpático. La depresión se asocia con una respuesta simpática de “congelación”, que desencadena un cierre emocional y/o corporal. La ansiedad está relacionada con las respuestas simpáticas de “lucha” y/o “huida”, que provocan un estado de tensión elevado.
El nervio vago es una parte importante de nuestra fisiología que ayuda a controlar nuestra respuesta física al estrés, lo que repercute directamente en nuestra experiencia emocional y en nuestra sensación de bienestar.
Sin suficiente actividad del nervio Vago para combatir la activación simpática crónica, los supervivientes de traumas pueden experimentar sentimientos persistentes de depresión, retraimiento o preocupación.
El trauma puede hacer que nos quedemos “atrapados” en la respuesta de lucha-huida-congelación. Tras un acontecimiento traumático, nuestro cuerpo empieza a anticipar amenazas con mayor frecuencia. Es posible que el nervio vago no inhiba esta respuesta de miedo como lo haría antes del suceso traumático; su funcionamiento normal puede no ser suficiente después de un trauma. Este cambio físico en nuestro sistema nervioso se produce en un intento de nuestro cuerpo de prepararnos para futuros acontecimientos amenazadores.
Para un bienestar ideal, queremos hacer frente a nuestro trauma, procesarlo y, finalmente, aceptarlo o superarlo. Estar atascado en una respuesta de miedo nos mantiene atascados en el modo de afrontamiento. Eso significa que no tenemos la oportunidad de sanar y avanzar.
Afortunadamente, hay formas de controlar la respuesta de miedo, ya sea de “arriba abajo” o de “abajo arriba” Las estrategias pueden empezar por cambiar la propia respuesta vagal, que luego altera nuestra experiencia emocional, o por cambiar nuestra experiencia emocional, que luego altera la respuesta vagal. Utilizando esta sólida conexión mente-cuerpo, se puede llegar al Vago.
Los científicos están explorando el potencial de la estimulación del nervio Vago para tratar enfermedades como la depresión y la ansiedad. La idea es que, si el nervio Vago está poco activo en estos casos, estimular su actividad puede ayudar a equilibrar el funcionamiento del cerebro.
Esta forma de tratamiento es intensiva y suele utilizarse como “último recurso”, pero las investigaciones en curso pueden aclarar cuándo es más apropiada y eficaz la estimulación del nervio vago inducida médicamente.
Hay formas mucho menos invasivas (y mucho más prácticas) de estimular indirectamente el nervio vago uno mismo.
Dado que la hipoactividad del nervio vago se asocia a una respuesta crónica de miedo, realizar actividades que mitiguen la respuesta de miedo puede desencadenar la activación del nervio vago. Esta activación puede entonces aumentar el tono vagal, mejorando potencialmente la capacidad del nervio Vago para controlar los síntomas de depresión y ansiedad inducidos por el trauma.
Existen muchas técnicas relativamente sencillas que se cree que estimulan el nervio Vago. Algunos ejemplos son
Pensar en experiencias traumáticas mientras estás en modo lucha-huida-congelación probablemente avivará el fuego. Así que una vez que te “despegues” de esta respuesta de miedo, podrás tener el espacio mental para comprender y procesar lo sucedido.
Estar atascado en el modo de respuesta de miedo significa estar inundado de pensamientos, imágenes y sentimientos difíciles que a menudo se dejan de lado o se evitan. El trauma nos ataca de diferentes maneras, desde diferentes ángulos, pero a menudo de forma distorsionada.
Una vez en un estado de calma corporal y mental, las personas pueden empezar a enfrentarse a la realidad de su trauma. A medida que uno examina el impacto de su trauma, puede descubrir pensamientos distorsionados sobre sí mismo (como sentimientos de vergüenza, creencias de que debería haber hecho algo diferente para evitar el trauma y pensamientos de impotencia).
La persona puede trabajar para desafiar estos pensamientos, centrándose en separarlos de la realidad del trauma. Al cuestionar estas creencias, el trauma puede procesarse como lo que es.
Procesar el trauma es un proceso delicado. Revivir el trauma puede ser más perjudicial que beneficioso. El procesamiento debe ir acompañado de un examen intencionado de los pensamientos y creencias relacionados con el trauma.
El apoyo y la orientación de un terapeuta es el curso de acción recomendado para procesar el trauma. Sin embargo, las barreras para acceder al apoyo terapéutico formal hacen que esta opción no esté disponible para gran parte de la población.
Afortunadamente, existen varios enfoques para ayudar a abordar el trauma y sus síntomas. Entre ellos se incluyen
Recuerda que eres fuerte y resistente. No te merecías lo que te ha pasado, y es natural enfrentarse a pensamientos y sentimientos difíciles después de un acontecimiento traumático. Ten compasión de ti mismo y date tiempo.